lunes, 10 de agosto de 2009


Unos ojos de un color negro azabache habían penetrado en lo más profundo de su mirada y, sin saber razón, ninguna palabra pudo resbalar de su boca. El muchacho simplemente sonrió, sin importar la expresión atónita de aquella observadora y siguió su camino sin voltear.
Carmina se había quedado perpleja, no podía dejar de recordar la imagen. Esos ojos. Trataba de esquivarlos. No podía concentrarse en otra cosa más que ellos. Se preguntó qué podría hacer si no los volviese a ver. ¿A caso podría encontrarlos alguna otra vez? Si fuese así, ella no haría otra cosa más que buscarlos. De alguna manera u otra tenía que observarlos algún día, eran los ojos más preciosos que en su vida había observado. Le hubiese gustado haber dicho algo, retenerlo para examinarlos con más detenimiento. Había en ellos algo que la cautivó. Pero ¿qué?. Quizá tenían un aire familiar, pensó. ¿Había ya visto esos ojos alguna vez?. ¿O los había imaginado?. No hubiese sido una rareza, porque Carmina era una chica que vivía imaginando. Imaginaba personas, casas, gatos, niños, flores, colores e incluso mundos diferentes al que conocemos. ¿Por qué no hubiese podido haberlos imaginado?. Lo más curioso era que si esos hubiesen sido ojos imaginados por ella y que si esos ojos existían, quizá podrían ser sólo de ella. Debían serlo. Quién más los hubiese creado, quién más que ella.
(Seguirá Tony, seguirá...)

domingo, 2 de agosto de 2009


Popeye, te quise, te quiero y te querré mucho. ¿Podrías venir? Yo te cuide, te salve, te limpie, te acaricie, te hice mimos.
Pero bueno, quizás te pasó algo. Has sido un buen gato.
Un beso donde quiera que estés.